Aranza miraba desde arriba a una niña mientras sentía que se estaba helando. La pequeña vagaba en la oscuridad de un bosque. Percibió que ella debía huir, seguir escapando, continuar buscando. Le conmovió que estuviera desamparada y horrorizada, siendo tan pequeña, en eso pensaba cuando volvió la mirada a la escena y la vio tropezar con algo que la hizo caer al río. Con lentitud, su respiración se extinguió. Sólo al despertar, Aranza comprendió de dónde viene su rechazo al frío. Porqué siente que se congela en la noche.
El psiquiatra la guio de regreso a su vida actual y apenas entrando en calor, todavía temblando, deseó recordar su nombre y rostro. Reconocer su cuerpo. No pudo responder a qué época había ido, ni dónde estaba. Pero sabía que una muerte así de trágica no era deseable.
Aún recostada con los ojos cerrados, trataba de llenar sus oídos del presente con las voces que le llamaban de vuelta. Junto a los sonidos de la noche, la tristeza recorrió su piel. Supo en un momento cómo la existencia, su relación con el ir y volver, el eterno retorno, la hacen ser quien es.
Foto: K B on Unsplash
Mayevi Hadith
Editora y columnista
Guatemala, 2021
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