Jonathan Olivares
¿Quién soy? Una pregunta casi filosófica que se podía responder de tantas
maneras, sin embargo ninguna tan acertada como mencionar mi nombre y mis logros.
Mi nombre es: Jonathan Daniel Olivares Ovalle y soy un intento de poeta,
aficionado al vino tinto, a los libros arománticos, y a describir la crudeza de la
realidad amorosa de muchos de nosotros.
Es en el 2018 cuando tengo mi explosión hacia la crítica literaria con el
concurso literario Mi Ciudad en 100 palabras, en el cual obtuve una mención
honorífica por parte del Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Desde
entonces me dedico a retratar la realidad a través de mis escritos, a hablar de amor
en mis poemas, y a cobrar a la vida muchos sentimientos de temática tabú que pocos se atreven a relatar en pocas líneas.
Aparte de ello soy un pseudo intento de poeta, adicto al té, amante de las
letras y defensor de la libertad de expresión.
“A veces escribo para recordar, otras escribo para
olvidar, muchas para sanar”.
Jonathan forma parte de Revista Luna, como editor y columnista.
Poemas del autor:
Cosas a las que temo:
Tus manos agitan mi cabello,
tu piel, tu boca, tus olores se cepillan por mis manos
y chocan tiernamente contra mi cintura.
Tus ojos me ven,
lagunas de tristeza y mares de olvido,
y la sensación de calor permanente en mis brazos.
Entre tus piernas mi alma.
las fotografías, las azucenas dulces,
los pasteles de bodas, los perros del libro y
las mismas páginas siguen en lo suyo
mientras tú te despides con un movimiento de manos.
Ah, esos hilitos rojos que llevas de oreja a oreja,
y las miradas astutas que piden más que
niños hambrientos a medio boulevard.
Algunos siguen asustados del sexo casual,
a chocar espaldas y besar desconocidos,
yo – debería ser honesto –
le temo más al amor por compromiso.
Le temo a ligarme a un cuerpo vacío,
y a palabras sin sentido,
a riñas en la sala y
fornicar como salvajes en la cocina.
Le temo al amor desconocido,
y al que aún está por venir.
Le temo a la libertad,
y le temo a las sonrisas.
Le temo a la vida,
y le temo a las caricias.
Le temo, amor mío,
hasta las muecas que haces al dormir,
a las palabras que sueltas cuando estás ebrio,
y a los cortes de llamada.
A este punto hasta le temo a la misma oscuridad.
A las batallas contra mis demonios internos,
y contra aquellos que siguen estando bajo mi cama
u ocultos tras la puerta del ropero viejo de mamá.
Le temo a las arañas que se arrastran como tú por mi cama,
que devoran hombres y mujeres por igual,
y que dejan hilos difíciles de quitar de las sábanas.
Le temo a los payasos,
puesto que en el fondo siempre me sentí como uno.
Un idiota que te hacía carcajear, te hacía sonreír.
le temo a los mismos miedos,
especialmente a cagarla como tú lo hiciste.
Y esta elegía se la dedico a mis miedos,
porque, como a muchos de ellos,
yo a ti te puedo superar.
Niño cuervo:
Niño cuervo,
pósate en mi hombro,
aduéñate de mis sueños,
y llévate mis lamentos.
Niño cuervo,
come mi carne,
come mi espíritu
y deja que mi alma ascienda.
Niño cuervo,
despídete de la luz,
despídete del alba,
y toma mi mano aquí con calma.
Niño cuervo,
desenvuelve tus alas
sobre mis ojos y nubla mi vista.
¡es una orden!
Niño cuervo,
mañana atrévete a empezar de nuevo,
a soñar de nuevo conmigo,
y ven para tener tu festín.
Tragedias
Ya me harté de los amores verdaderos,
ya me harté de los desamores,
ya me harté de todo lo relacionado con el corazón,
y sigo queriendo tener un lugar en él.
Sigo extrañando las mentadas de madre,
los insultos,
los gritos,
las infidelidades,
los juegos de palabras nocturnas,
los mensajes de la madrugada,
y los besos ocultos entre los pasillos.
Sigo extrañando las tragedias del amor,
los encuentros de extraños,
las caricias amigables,
los regalos simples,
y los regalos lujosos.
Sigo extrañando al amor,
su sabor recorrer mis labios,
su sabor pasearse por mi vientre,
su sabor bajar por mi garganta,
y su eterno aroma entrar en mis poros.
Sigo extrañando todo,
pero el corazón se rehúsa
a tener una decepción más en la lista.
Sigo extrañando todo,
pero el corazón lamenta la pérdida,
lamenta sus pedazos rotos,
lamenta todo y culpa a su dueño.
¡Grita dentro y fuera!,
ruega que todo esto se detenga,
ruega que el amor por fin ya no deje de jugar con él.
Aun así el amor llega de vez en cuando a destruirme.
Las tragedias del amor
jamás serán las que pasan en los peores momentos,
son las partes de ilusión idiota que tenemos
al haber “encontrado” al ser amado.
Y terminamos con el corazón roto.
©️Jonathan Olivares
©️Versos de Plata
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