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Foto del escritorRevista Luna: VDP

El viaje

Durante mi niñez hice muchas cosas de las que no me puedo sentir orgulloso, no porque hayan sido malas, sino porque son tan buenas que el hecho de reconocerlas me hace ver como a una persona presumida y arrogante. Cosa que no soy, o mejor dicho, no quiero ser.

Mis nobles acciones y grandes gestos de humanidad son bien reconocidos por los míos y por unos cuantos más. Se los agradezco, pero prefiero seguir en las sombras y sentir que soy feliz. La luz de la fama me incomoda, a pesar que la deseo. Sé que no la merezco.

Las personas ven lo que quieren ver en mí, no quien soy y lo que represento. Hace muchos años comprendí que tratar de explicarles quién era yo era gastar saliva. Las paredes y las rocas me prestaban más atención que las personas, así que dejé de hacerlo.

A mis treinta y tantos años he decido irme de viaje para organizar mi vida. Es un viaje que debo hacer solo y no sé si regresaré o no. Otra cosa que me agobia es saber que si regreso ¿Seguiré siendo yo o seré otro diferente? No sé qué quiero, solo sé que necesito ese viaje.

El lugar al que voy es el más tranquilo (de día) que alguien puede desear, porque de noche se vuelve caótico e incierto. Entonces ¿Por qué voy para allá? Sencillo, quiero llegar al fondo de todo y sólo este viaje me empujará lo suficiente para hacerlo.

No soy una persona que suela confiar en los demás, pero eso no es excusa para que ellos confíen en mí, es más, los demás confían más en mí que yo en ellos. Una ironía, lo sé. Estoy acostumbrado a que mi vida sea una total ironía y lo quiero cambiar.

Basta ya de perder tiempo en pormenores y tonterías sin sentido ¡Tomaré mis maletas, subiré a mi carro y me iré hasta ese lugar! En el camino escucharé a mis artistas favoritos y unos podcasts que tengo grabados desde hace años. Es hora de irse, y no parar.

Con tantas cosas que tengo por hacer y pensar, cada segundo cuenta. Al final llegué sin mayor novedad y me paré a apreciar ese horizonte despejado en el que pasaré el tiempo que sea necesario. En este mar podré arreglar mi vida y solucionar varios problemas pendientes.

Desde que llegué sentí el cambio en el aire. Se siente denso y no es muy acogedor que digamos. Se puede respirar, pero quema cada vez que lo hago. Y no, no estoy exagerando o inventándome nada. Aquí se pagan los pecados y se cobran los pendientes con la vida.

Elegí este lugar porque es único en su clase, no cualquiera puede venir aquí. No se paga ni un centavo, el dinero no vale nada en este mar, porque este mar ni siquiera existe en el planeta Tierra. Este mar es mi conciencia manifestándose en una forma más concreta.

Fascinado me quedo con el bello desastre que es mi mente. A menudo suelo creer que estoy bien, pero al ver este páramo, veo que estoy en lo equivocado y hay mucho más que describir, pero las palabras hoy no alcanzan, hoy se acabaron.

Gustoso estoy de darme cuenta que también esta otro mar, y ése es el que busco. El mar del olvido. En él podré sumergirme y borrar los pecados y errores de mi pasado. A la mierda quien he sido y lo que he hecho ¡Quiero empezar desde cero! ¡Quiero ser yo!

He estado flotando en el mar del olvido, las alegres nubes se han ido al horizonte de lo desconocido. No me siento ni bien ni mal con esta acción, solo no tengo fuerzas suficientes como para sentir algo ¿Así es el olvido? Ver cómo se desprende todo y no sentir nada.

Indispensable es la sensación que produce este mar. Tan insensible, tan indiferente, tan débil, tan sólo y tan abandonado es que resulta imposible no sentirse así: desolado. La impotencia radica en mis venas y ahora se está desvaneciendo.

Afuera de la tierra, el cielo es verdiazul; adentro, es celeste grisáceo. Para mí solo es un cielo inhóspito. Antes reflejaba tristeza o felicidad. Hoy: Nada. El agua cubre todo mi cuerpo y cada vez me siento más vacío. Creo que me nadé más de lo debido, estoy olvidando hasta lo que no quiero y ya no puedo salir de aquí.

En algún lugar dentro de mi mente se hallaba la respuesta que buscaba, pero no pude encontrar. Entre los escombros de las ruinas submarinas que, en algún momento, llamé sentimientos deambularon unas pequeñas criaturas, estas criaturas fueron mis sueños, planes y metas para la vida, pero ahora todas ellas están siendo erradicadas de mi mente.

Así es como llegué a este mar, mentí al decir que quería arreglar mi vida, en verdad quise olvidar que había cumplido mis metas, pero en vez de ello terminé por perderme a mí mismo.

Cuando encontraron mi cuerpo en mi habitación, el doctor le dijo a mi familia que había sido un paro cardíaco lo que me mato. Nadie vio el frasco con pastillas en mi bolsillo. Supongo que aún después de muerto tendré que cargar con los errores que cometí en vida.


Manuel Tellez


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