Por Jonathan Olivares. 26 de octubre, 2020.
¿Es el lenguaje maleable como plastilina a la sociedad o es de progresión lenta y avalada por instituciones lingüísticas? Ese es el conflicto de ideales presente entre las personas que están en contra y a favor del lenguaje inclusivo. Un conflicto que si bien puede parecer de esta década, lleva alrededor de cincuenta años entre nosotros. Primero que nada definamos con exactitud este movimiento lingüístico. El lenguaje inclusivo nace a principios de los setenta como parte de una iniciativa feminista que propone eliminar el género dentro del lenguaje para acabar con la misoginia y el machismo presente en la época. Ahora bien, este nuevo lenguaje logró realizar potentes cambios dentro del léxico hispanohablante como sería el intercambio de “los jefes” por “la jefatura”, o “los médicos” por “el cuerpo médico”. ¿Pero por qué si el idioma español tiene un masculino neutro hay que volverlo más neutro aún? Un cuestionamiento válido por parte de las personas que se postulan en contra del lenguaje inclusivo. En síntesis: el español es un idioma rico en palabras y tienen un neutro masculino debido a su ascendencia en el latín, gramaticalmente el uso de este neutro no define género. Sin embargo al momento de su uso y su contexto, el uso de este neutro inconscientemente desvía al receptor hacia el masculino. Un claro ejemplo es preguntarle a una audiencia acerca de científicos famosos, y que pocos dentro de la audiencia respondan con mujeres científicas de gran valía y aportes. Así podemos notar que el lenguaje español no es tan neutro en muchos casos.
¿Y de dónde sale el uso de la “x”, la “e”, y la “@”?
Hace cincuenta años el lenguaje inclusivo no consistía en alterar morfológicamente una palabra, sino en alternarlas por términos que no definieran un género en específico como se puede apreciar en el ejemplo del segundo párrafo. Ahora bien, las alteraciones morfológicas del lenguaje no son producto del movimiento feminista. A principios de los años dos mil, el uso de la arroba (@) fue empezando a tomar fuerza sustituyendo a las letras “o” y “a”, esto con el único fin de eliminar por completo el género a la hora de hablar con un grupo masivo de personas. En su momento muchos se postularon en contra de esta práctica y con el paso de los años fue implementada en muchos lugares al punto de ser considerada la ley lingüística inclusiva.
Hoy en día la arroba es cosa del pasado dado que la “x” y la “e” tomaron su lugar. Si bien el uso de estas letras ha sido sumamente criticado e incluso ridiculizado, tiene una razón noble. En los setenta las mujeres buscaban una voz en la sociedad y lo han ido logrando (entre muchas cosas) gracias a la modificación del lenguaje. Actualmente son las personas no binaries (ni masculino ni femenino) las que buscan visibilidad y respeto dentro de la sociedad. Cabe recalcar que el lenguaje inclusivo desde su concepción en los setenta nunca fue pensado como una obligación para la sociedad, es simplemente una alternativa más tolerante para la inclusión de todas las personas dentro de la misma. Atacar y ridiculizar cualquiera de las dos posturas (en contra o a favor) no llevará a ningún lugar la conversación, pero en lo que todos podemos estar de acuerdo es
que el respeto y la tolerancia son la base para cualquier debate.
Jonathan Olivares
Editor y columnista en Revista Luna
Escritor
©️Jonathan Olivares
©️Versos de Plata
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