Dr. Carlos Interiano
El libro «Antes de Nacer» de Alan Barrera es, sin lugar a dudas, un libro sobre el amor. Alguna vez, en uno de mis textos de poemas, formulaba la siguiente pregunta: poeta, si no le cantas al amor, ¿a qué le cantas? Efectivamente, el amor es el tema recurrente en toda la obra poética mundial. Es el principal monumento erigido por los hombres y mujeres de la palabra a este sentimiento que ha sido, en el sentido biológico, el principal resorte para la procreación y desarrollo de la Humanidad. Pero, el amor no se restringe solo a la relación afectiva y física entre un hombre y una mujer. El amor a la madre, el amor al padre, el amor a la patria, el amor a las ciudades, a los objetos que representan o han significado algo importante en una vida son otras manifestaciones del amor. Incluso, el amor a sí mismo es parte de este complejo mecanismo de vida humana. Se ha comprobado que también los animales, las plantas e incluso, las piedras, son capaces de prodigar amor. Pareciera que la historia del mundo está ligada al amor. Como cualquier situación dialéctica, el amor también tiene su contraparte: el odio, el rencor, la cólera, la violencia en general, constituye otro complejo de atributos, tanto humanos, como de las otras especies, que procuran la extinción, o por lo menos, la sujeción del otro, por no decir, la anulación del otro y su entorno. Al parecer, así está diseñada la naturaleza. Y, por supuesto, el amor a la amada o al amado. A veces, el amor viene transfigurado en desamor, desdén, odio, antipatía, rechazo, sufrimiento, obsesión, ya lo hemos dicho. Todos, o tal vez todos, hemos experimentado alguna vez una emoción de amor o desamor. Hemos sido víctimas o victimarios de los influjos de Venus, para recuperar aquella figura amatoria concentrada en diosa romana del amor o Afrodita, la diosa de la sensualidad y el amor en la tradición griega. O cupido, el dios romano del amor, hijo de Venus; o Eros, dios de la fertilidad, hijo de Afrodita según algunos textos. Como puede verse, tanto en la cultura griega como en la romana, las portadoras del amor fueron personajes femeninos. Quizá por ello, Vicente Fernández declara: «Oh, mujeres tan divinas», mientras su hijo, Alejandro Fernández, amenaza con matarlas, claro está, a puros besos. No sé si la humanidad habría podido subsistir si no trajese incorporado genéticamente este dispositivo biológico: el amor, el que, una vez sublimado, pasa de un estado natural, humano y cotidiano, a un estado estético, con lo cual se convierte en un objeto poético. De tal suerte que, el amor, así reelaborado, es capaz de producir goce y deleite espiritual. A lo largo de la cultura de todas las naciones y pueblos de todas las épocas, el amor ha sido cantado por los poetas, independientemente de las corrientes y escuelas literarias; y ha estado presente en el verso y en la prosa, con singular belleza. Ha sido ya una tradición de la creatividad poética universal. En este contexto de creatividad poética, el presente libro «Antes de Nacer (te escribí en mi piel)» del poeta Alan Barrera contiene, a lo largo de sus páginas todo un "arsenal" de poemas dedicados a conquistar, o por lo menos, a sensibilizar los corazones femeninos. Alan Barrera es específico en esta obra. Todos sus poemas están dedicados e inspirados en «la amada», cualquier amada, siempre y cuando sea una mujer. En este punto su poesía es univariada, directa, no deja un ápice de ambigüedad. Como objeto poético, aquí la mujer es sublimada en sus atributos de ser amante, amiga y compañera; alguien podría pensar que es la influencia del macho sobre la hembra en una relación amatoria, en donde el macho da y la hembra recibe. Tal vez es solo cuestión de criterio. El poeta utiliza como recurso estilístico la poesía de síntesis, usando un lenguaje sencillo y directo. Pocas veces recurre a la retórica, aunque, cuando lo hace, crea figuras literarias de singular belleza. El poema «Dame» que apenas consta de tres líneas o versos es muestra de ello. Cito:
Dame arte.
Dame vida.
Dame todo lo que eres y te daré poesía.
O la naturaleza elevada a categoría poética con buenas metáforas en este poema:
Ahí estás, en las nubes. En la laguna del viejo. Ahí estás, en la cumbre. En la montaña del viento. Ahí pasas, entre las margaritas. En el arroyo del bosque. Ahí cantas, entraba la brisa. De las ramas del sinsonte.
Alan Barrera demuestra, en este poemario, la pulcritud en el manejo del lenguaje. Con un discurso poético exento de los manidos y malsonantes vulgarismos y excesos eróticos, su transcurrir discursivo es melodioso, contenido y sobrio. Lo que se dice, un buen libro de poesía sobre el amor entre un hombre y una mujer. Un aspecto que me llama mucho la atención es que casi toda su poesía está en tiempo pasado, como si se tratase de las memorias amorosas de un viejo que, a sus 70 años, vuelve de la guerra en los candentes campos del amor, pero, al contrastarlo con la realidad se trata de un joven de solo 27 años. O a lo mejor comenzó su vida, amando, amando a manos llenas y a corazón pleno, quién sabe, solo él. Y no quiero decir con ello que no tenga experiencia acumulada en este terreno, pues hay jóvenes que aman mucho y jóvenes que aman nunca. Es más bien, una simple reflexión. Por supuesto que mi sospecha encuentra rápida respuesta; y considero que se trata solo de objetos poéticos cuyo referente semiótico son solo estados anímicos, elaboraciones literarias, sin cuerpos, ni manos ni ojos concretos donde aterrizarlos. Al fin y al cabo, el poeta es un mago de la palabra, y en este sentido, Alan lo es pleno. Estos versos lo confirman, cito: «Hablemos de ti. Si eres melodía, yo te hago canción. Si eres lunes, te espero hasta domingo». El poema «Una Rosa» que aparece en la página 29, de verdad, la síntesis de la belleza. Dice así:
Le di una rosa, ella me dio una frase e hice un poema.
La rosa se marchitó y se marchó. Mi poema para siempre
vivió, y aquí me quedé.
Seguramente si yo frisara los 30 o incluso 40, regalaría este poema a una dama para arrancarle suspiros y lágrimas, y de repente, algún acto de amor. Lástima que estoy llegando a los setenta y llegados a esta edad los seres humanos se nos va el tiempo en hacer el inventario de nuestra vida. Así que me leí el poemario con la avidez de un viejo rayo que no va a ninguna parte; se queda en relámpago. Podría decirse que en este poemario se cumple aquella máxima que reza: si la poesía solo te hace pensar, pero no sentir, no es poesía. Por ello, los versos contenidos en este texto, son poesía pura.
Felicitaciones Alan Barrera.
Dr. Carlos Interiano
Director de Comunicaciones en Revista Luna.
Escritor y Poeta.
©️ Carlos Interiano
©️ Versos de Plata
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